lunes, 16 de noviembre de 2009

Sol...

Sol suspiró. Se perdió unos instantes en el misterio de sus ojos castaños e incluso logró divisar su aura, tan azulina e imponente como siempre imaginó que sería. Él cambió repentinamente su posición, su boca se curvó en una leve sonrisa y un par de arruguitas se dibujaron en el borde de sus ojos; algo dentro de ella se removió con nerviosismo y ternura al contemplar su rostro infantil -en ocasiones con tintes de madurez, en ocasiones con toques de maldad e incluso de romanticismo- esbozar ese gesto tan común pero a la vez completamente encantador. Sol notó que él le devolvía la mirada con cierta timidez, desvió la suya al tiempo que percibía el calor en sus mejillas e imaginó que él se acercaba sonriendo y le susurraba palabras intrincadas, irracionales, líricas sin sentido ni ritmo aparente que ella comprendía a la perfección sin necesidad de preguntar por su significado.

Se movió de su lugar para sentarse en una silla cercana; Sol ordenó a las gemelas imaginarias (eternas amigas) que fuesen a su lado y contempló divertida cómo jugaban con la energía que desprendía su azulina aura, pasaban sus translúcidas manos por el cabello del muchacho y reían ante sus estremecimientos provocados por la respiración excesivamente cercana de aquellas jóvenes inexistentes. A veces su cabello adquiría destellos azules, sus ojos se cerraban con fuerza durante un parpadeo y su boca se estremecía por los suaves besos que osaba darle una de las muchachitas. Sol se regocijaba a la distancia, deseando en ocasiones ser ella quien estuviese a su lado, poder jugar con su energía, pasar sus dedos entre sus cabellos y besarlo suavemente para transmitirle todo aquello que no creía poder decir con palabras.

Nada iba a ocurrir y lo sabía. Ella era demasiado tímida para acercarse y él simplemente se había arriesgado demasiado anteriormente y no tenía la intención de hacerlo otra vez. Sí, todo quedaría así, con gemelas acosándolo entre el viento y miradas a través de la multitud; miradas, sobre todo, cargadas de curiosidad, deseo -al parecer-, añoranza, tiempo perdido, ansiedad, vidas pasadas, sucesos sobrenaturales y a veces, en contadísimas ocasiones, amor.

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